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lunes, 23 de abril de 2018

El rocín encantado.




El rocín encantado.

Con su jinete blanco
corre por los andes
como un rayo,
como una luz brillante,
nadie sabe
la clase de caballo,
que de un salto cruza el barranco.

Galopante se interna en las montañas,
con su lomo humeante,
con su montura dorada,
con su oxidado freno,
y los cerros se abren
como si pasara un trueno.

No descansa ni en los aguaceros,
ni en los granízales
que se descuelgan por los volcanes.
Ni en las noches,
porque en las noches sus ojos
parecen dos luceros
que se dirigen hacia  selvas ecuatoriales.





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